Monday, May 30, 2005

Fotoblog

Acabo de crear mi fotolog, si quieren visitarlo esta en: http://fotolog.terra.com.mx/aleph/

Cap�tulo 6

?Ah, principito!, c�mo he ido comprendiendo lentamente tu vida melanc�lica! Durante mucho tiempo tu �nica distracci�n fue la suavidad de las puestas de sol. Este nuevo detalle lo supe al cuarto d�a, cuando me dijiste:

-Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a ver una puesta de sol�

-Tendremos que esperar�

-?Esperar qu�?

-Que el sol se ponga.

Pareciste muy sorprendido primero, y despu�s te re�ste de ti mismo. Y me dijiste:

-Siempre me creo que estoy en mi casa..

En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es mediod�a en Estados Unidos, en Francia se est� poniendo el sol. Ser�a suficiente poder trasladarse a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero desgraciadamente Francia est� demasiado lejos. En cambio, sobre tu peque?o planeta te bastaba arrastrar la silla algunos pasos para presenciar el crep�sculo cada vez que lo deseabas�



-?Un d�a vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!

Y un poco m�s tarde a?adiste:

-?Sabes?... Cuando uno est� verdaderamente triste son agradables las puestas de sol.

-?Estabas, pues, verdaderamente triste el dia de las cuarenta y tres veces?

El principito no respondi�.



P. D. ?Y si en el coraz�n de uno ya no se pone el Sol?

Saturday, May 28, 2005

Extra?a nostalgia

Nunca he estado en Espa?a, mucho menos en la Espa?a �rabe, sin embargo siento por ella una extra?a nostalgia...
Por eso, parafrase� �stas palabras.

Todav�a se yerge la estrella sobre las espumas del victorioso mar en las costas meridionales de Andaluc�a, y ba?a con amorosa ira las ruinosas almenas del �ltimo palacio �rabe.
Cuando se pierda por completo toda Europa, todo el Mundo, el Universo todo, el palacio �rabe ser� tambi�n un mont�n de ruinas.

Selecciones

Ejemplos de poes�a gn�mica o sentenciosa:

Como nuestra misma sombra
son los bienes de la tierra:
huyen de quien los persigue,
persiguen a quien los deja.

Suqayna.

Dos partes tiene la vida:
lo que pas�, que es un sue?o;
lo restante, lo que a�n
no pas�, que es un deseo.

Maqquiari.

El Ciego

Al poeta Abu-l-Maj�i, que vivi� en tiempo de Abd al-Rahman I, le sacaron los ojos por orden del pr�ncipe Sulayman, porque se atrevi�, en unos versos que le hab�a dirigido, a hacer algunas alusiones ofensivas a su hermano Hi�am, Sulayman se crey� en el deber de tomar venganza.
Aquel escribi� las siguientes l�neas con motivo de su ceguera:

La madre de mis hijos abrumada
por el dolor est�,
porque mis ojos con su diestra airada
ha fulminado Al�.

Ciego me ve seguir la esposa m�a
esta mortal carrera,
hasta que el borde de la tumba fr�a
con el b�culo hiera.

Y la infeliz, postrada por el suelo,
exclama: �?Oh suerte, oh suerte,
no aumentar�s tan espantoso duelo,
ni con la misma muerte!�

Y abre en mi coraz�n profunda llaga,
diciendo: � No hay pesar
como no ver la luz, que ya se apaga
en tu dulce mirar�.

Cuando el poeta se hizo llevar delante del Califa y le recit� estos versos, Abd al-Rahman se conmovi� hasta verter l�grimas, y le dio dos mil dineros, mil por cada ojo.
Tambi�n Hi�am, cuando subi� al trono, record� con piedad esta desgracia, que Abu-l-Maj�i hab�a tenido por causa suya, y siguiendo el ejemplo de su padre, le dio mil dineros por la p�rdida de cada ojo.

Tiempos de Guerra...Tiempos de Poes�

Abierto est� el camino; a tus guerreros gu�a,
?oh de los oprimidos constante valedor!
Auxilio te demanda la bella Andaluc�a;
la libertad espera de tu heroico valor.

De penas abrumada, herida ya de muerte,
un c�liz de amargura el destino le da;
se marchit� su gloria, y sin duda la suerte
a sus hijos por v�ctimas ha designado ya.

Aliento a tus contrarios infunde desde el cielo,
y a tu pesar, ?oh patria! del alba el arrebol;
tu gozo cambia en llanto, tu esperanza en recelo
cuando a ocultarse baja en Occidente el sol.

?Oh verg�enza y oprobio! juraron los cristianos
robarte tu amoroso y m�s preciado bien,
y repartir por suerte a sus besos profanos
las mujeres veladas, tesoro del harem.

La desdicha de C�rdoba los corazones parte;
Valencia aguarda, en tanto, m�s negro porvenir;
en mil ciudades flota de Cristo el estandarte;
espantado el creyente, no puede resistir.

Los cristianos, por mofa, nos cambian las mezquitas
en conventos, llevando doquier la destrucci�n,
y doquiera suceden las campanas malditas
a la voz del almu�dano, que llama a la oraci�n.

?Cu�ndo volver� Espa?a a su beldad primera?
Aljamas suntuosas do se ley� el Cor�n,
huertos en que sus galas verti� la primavera,
y prados y jardines arrasados est�n.

Las florestas umbrosas, que alegraban la vista,
ya pierden su frescura, su pompa y su verdor;
el suelo se despuebla despu�s de la conquista;
hasta los extranjeros le miran con dolor.

Cual nube de langostas, cual hambrientos leones,
destruyen los cristianos nuestro rico vergel;
de Valencia los l�mites traspasan sus pendones,
y talan nuestros campos con deleite cruel.

Los frutos deliciosos que nuestro af�n cultiva,
el tirano destroza y consume al pasar;
incendia los palacios, las mujeres cautiva;
ni reposa, ni duerme, ni sabe perdonar.

Ya nadie se re opone; ya extiende hacia Valencia
la mano para el robo que ha tiempo medit�;
el error de tres dioses difunde su insolencia;
por �l en todas partes a sangre y fuego entr�.

Mas huir� cuando mire al aire desplegado
el pend�n del Dios �nico, ?oh pr�ncipe! por ti;
salva de Espa?a, salva, el bajel destrozado;
no permitas que todos perezcamos all�.

Por ti renazca Espa?a de entre tanta ruina,
cual renacer hiciste la verdadera fe;
ella, como una antorcha, tus noches ilumina,
en pro de Dios tu acero terrible siempre fue.

Eres como la nube que env�a la abundancia;
la tiniebla disipas como rayo de sol;
de los almor�vides la her�tica ignorancia
ante tu noble esfuerzo amedrentada huy�.

De ti los angustiados aguardan todav�a
que les abras camino de paz y de salud;
Valencia, por mi medio, estas cartas te env�a;
socorro te demanda; espera en tu virtud.

Llegamos a tu puerto en nave bien guiada,
y escollos y baj�os pudimos evitar;
por los furiosos vientos la nave contrastada,
tem� que nos tragasen los abismos del mar.

Cual por tocar la meta, reconcentra su br�o
y hace el �ltimo esfuerzo fatigado corcel,
luch� con las tormentas y con el mar brav�o,
y en puerto tuyo, al cabo, se refugi� el bajel.

El trono a besar vengo do santo resplandece
el noble Abd Zakariya, hijo de Abd al-Wahid;
mil reinos este pr�ncipe magn�nimo merece;
el manto de su gracia los sabe bien cubrir.

Su mano besan todos con respeto profundo;
de �l espera cuitado el fin de su dolor;
sus �rdenes alcanzan al l�mite del mundo
y a los remotos astros su dardo volador.

Al alba sus mejillas dan color purpurino;
su frente presta al d�a despejo y claridad;
siempre lleva en la mano su estandarte el Destino;
aterra a los contrarios su inmensa potestad.

Entre lanzas fulgura como luna entre estrellas;
resplandores de gloria coronan su dosel,
y es rey de todo el mundo, y por besar sus huellas,
se humillan las monta?as y postran ante �l.

?Oh rey, m�s que las pl�yades ben�fico y sublime!
De Espa?a en el Oriente, con brillo y majestad,
�lzate como un astro, y castiga y reprime
del infiel la pujanza y b�rbara maldad.

Lava con sangre el rastro de su invasi�n profana;
harta con sangre ?oh pr�ncipe! de los campos la sed;
ri�galos y fec�ndalos con la sangre cristiana;
venga a Espa?a tu ej�rcito esta sangre a verter.

Las huestes enemigas intr�pido destruye;
caiga mordiendo el polvo el cristiano en la lid;
a tus siervos la dicha y la paz restituye;
impacientes te aguardan como noble adalid.

Fuerza ser� que al punto a defendernos vueles;
Espa?a con tu auxilio valor recobrar�.
Y con lucientes armas y r�pidos corceles,
al combate a sus hijos heroicos mandar�.

Dinos cu�ndo tu ej�rcito libertador env�as;
esto, se?or, tan s�lo anhelamos saber,
del cristiano enemigo para contar los d�as,
y su total derrota y p�rdida prever.



A?o 1238, los cristianos citiaban terriblemente a Valencia, Ibn Mardani�, quien gobernaba la ciudad, encarg� al poeta Ibn al-Abbar que partiera a �frica a pedir socorro a la corte del poderoso Se?or Abd Zakariya, pr�ncipe de los hafsidas.
All�, el embajador recit� en presencia de toda la corte la anterior qasida; hizo tal impresi�n, que Abd Zakariya concedi� inmediatamente el auxilio solicitado, y envi� una flota poderosamente armada a las costas de Espa?a.

Tiempos de guerras y de Lorca

Ibn Jafaya dijo sobre Valencia:

�?C�mo ard�an los aceros
en los patios de tu alc�zar!
?Cu�nta hermosura y riqueza
han devorado las llamas!
Profundamente medita
quien a mirarte se para,
?oh Valencia! y sobre ti
vierte un torrente de l�grimas.
Juguete son del destino
los que en tu seno moraban;
?qu� mal, qu� horror, qu� miseria
no traspas� tus murallas?
La mano del infortunio
hoy sobre tus puertas graba:
�Valencia, t� no eres t�,
y tus casas no son casas�.



P. D. Como me acord� del poeta granadino.

Joyas ar�bigas

Una idea que es frecuente en la poes�a �rabe, es la de dos amantes que se encuentran en sue?os, atenunado as� el dolor de la ausencia.
Ibn Jafaya canta:

Envuelta en el denso velo
de la tenebrosa noche,
vino en sue?os a buscarme
la gacela de los bosques.
Vi el rubor que en sus mejillas
celeste p�rpura pone,
bes� sus negros cabellos,
que por la espalda descoge,
y el vino aromoso y puro
de nuestros dulces amores,
como en limpio, intacto c�liz,
beb� en sus labios entonces.
La sombra, r�pida huyendo,
en el Occidente hundiose,
y con t�nica flotante,
cercada de resplandores,
sali� la risue?a aurora
a dar gozo y luz al orbe.
En perlas verti� el roc�o,
que de las sedientas flores
el lindo seno entreabierto
ansiosamente recoge;
rosas y jazmines daban
en pago ricos olores.
Mas para ti y para m�,
?oh gacela de los montes!
?Qu� m�s roc�o que el llanto
que de nuestros ojos corre?

Ibn Darray de una manera m�s sencilla dice:

Si en los jardines que habita
me impiden ver a mi due?o,
en los jardines del sue?o
nos daremos una cita.

Poes�a arabe

Al ver salir el sol por Occidente,
dije: ?Grande es Al�!





P. D. Al leer poes�a arabe
dije: ?Grande es Dios!

Thursday, May 26, 2005

Qu� hermosura!

El maestro Taneda Sat�ka (1882-1940) escribi�:


Sobre la nieve cae la nieve
Estoy en paz.



Dios!

Poes�a de esp�ritu japones

Tack!, el tallo quebrado,
la flor del ciruelo
perfuma mis dedos.

Tack!, el latido caliente,
un coraz�n de paloma
me ense?a lo que es extra?ar.

Jap�

Luci�rnaga en vuelo
?mira! iba a decir,
pero estoy solo.



Tan Taigi
1709-1771

Haik� m�

Sobre el cielo
escritura en movimiento:
ortograf�a de p�jaros.

Mas Haik�

Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.


J. L. Borges

Monday, May 23, 2005

Saturday, May 21, 2005

Liquida figuraci�

Eres la que llueve,
la que se derrama de si misma, sobre si misma;
No es el cielo,
eres tu la que llueve y empapa mis muslos;

Transparente como bosque de neblina rojo ceniciento,
eres viento que respira otro viento.

En la esquina de mi cama me ahogas y te vienes
con la estridencia de millones de peque?os rel�mpagos;
Min�scula tormenta en una ciudad llena de nubes .

Como el mar, eres un objeto que nunca entra en reposo,
vives estrell�ndote a mi cuerpo de aerolito;
Luz que navega,
coraz�n que se disuelve.

Las manos azules de Shiva tocan un piano
parecido a tu espalda de cascada;
La transparencia es una de tus advocaciones.

El Sol es el presentimiento de un ser superior pero ingenuo;
Eres la evaporada luminosidad descalza,
desnuda de ti y de mi.

El reloj me mira ansioso de ver a que hora me acabo,
y las sombras, confundidas, se desprenden de las paredes;
Clepsidra de piel encharcada y pulsante;
derramada figuraci�n de una mar
m�s profundo, m�s blanco,
m�s liquido.


S�bado 21 de Mayo de 2005.

Wednesday, May 04, 2005

Poema Argentino

Alguien, quien yo quiero mucho, escribio desde la lejana (y tan cercana) Argentina un poema dedicado a mi triste figura, agradesco con el alma tan hermoso cumplido.

Jueves, abril 14, 2005

Manos
a Pablo, a su arte y a su espiritu.

Manos que se visten
que dicen
que sacuden
manos que tienen qu� gritar
manos que guardan caricias
manos c�digo
manos puras
de sangre
que es un velo blanco
impecable
para camuflar secretos,
de golpes de silencio negro
implacable
para gritarlos a los cuatro vientos
a quien quiera ver,
a quien pueda oir,
a mi pobre coraz�n
tirado en en el rinc�n de tu cuarto
donde no se barre
donde solo llega tu olvido.

manos
manos que me tocan y no
manos que bendicen
manos blancas
manos
tus manos

y la sangre
mi sangre roja que espera.

Laura Racca

Oscar Kim

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