Saturday, May 28, 2005

Tiempos de Guerra...Tiempos de Poes�

Abierto est� el camino; a tus guerreros gu�a,
?oh de los oprimidos constante valedor!
Auxilio te demanda la bella Andaluc�a;
la libertad espera de tu heroico valor.

De penas abrumada, herida ya de muerte,
un c�liz de amargura el destino le da;
se marchit� su gloria, y sin duda la suerte
a sus hijos por v�ctimas ha designado ya.

Aliento a tus contrarios infunde desde el cielo,
y a tu pesar, ?oh patria! del alba el arrebol;
tu gozo cambia en llanto, tu esperanza en recelo
cuando a ocultarse baja en Occidente el sol.

?Oh verg�enza y oprobio! juraron los cristianos
robarte tu amoroso y m�s preciado bien,
y repartir por suerte a sus besos profanos
las mujeres veladas, tesoro del harem.

La desdicha de C�rdoba los corazones parte;
Valencia aguarda, en tanto, m�s negro porvenir;
en mil ciudades flota de Cristo el estandarte;
espantado el creyente, no puede resistir.

Los cristianos, por mofa, nos cambian las mezquitas
en conventos, llevando doquier la destrucci�n,
y doquiera suceden las campanas malditas
a la voz del almu�dano, que llama a la oraci�n.

?Cu�ndo volver� Espa?a a su beldad primera?
Aljamas suntuosas do se ley� el Cor�n,
huertos en que sus galas verti� la primavera,
y prados y jardines arrasados est�n.

Las florestas umbrosas, que alegraban la vista,
ya pierden su frescura, su pompa y su verdor;
el suelo se despuebla despu�s de la conquista;
hasta los extranjeros le miran con dolor.

Cual nube de langostas, cual hambrientos leones,
destruyen los cristianos nuestro rico vergel;
de Valencia los l�mites traspasan sus pendones,
y talan nuestros campos con deleite cruel.

Los frutos deliciosos que nuestro af�n cultiva,
el tirano destroza y consume al pasar;
incendia los palacios, las mujeres cautiva;
ni reposa, ni duerme, ni sabe perdonar.

Ya nadie se re opone; ya extiende hacia Valencia
la mano para el robo que ha tiempo medit�;
el error de tres dioses difunde su insolencia;
por �l en todas partes a sangre y fuego entr�.

Mas huir� cuando mire al aire desplegado
el pend�n del Dios �nico, ?oh pr�ncipe! por ti;
salva de Espa?a, salva, el bajel destrozado;
no permitas que todos perezcamos all�.

Por ti renazca Espa?a de entre tanta ruina,
cual renacer hiciste la verdadera fe;
ella, como una antorcha, tus noches ilumina,
en pro de Dios tu acero terrible siempre fue.

Eres como la nube que env�a la abundancia;
la tiniebla disipas como rayo de sol;
de los almor�vides la her�tica ignorancia
ante tu noble esfuerzo amedrentada huy�.

De ti los angustiados aguardan todav�a
que les abras camino de paz y de salud;
Valencia, por mi medio, estas cartas te env�a;
socorro te demanda; espera en tu virtud.

Llegamos a tu puerto en nave bien guiada,
y escollos y baj�os pudimos evitar;
por los furiosos vientos la nave contrastada,
tem� que nos tragasen los abismos del mar.

Cual por tocar la meta, reconcentra su br�o
y hace el �ltimo esfuerzo fatigado corcel,
luch� con las tormentas y con el mar brav�o,
y en puerto tuyo, al cabo, se refugi� el bajel.

El trono a besar vengo do santo resplandece
el noble Abd Zakariya, hijo de Abd al-Wahid;
mil reinos este pr�ncipe magn�nimo merece;
el manto de su gracia los sabe bien cubrir.

Su mano besan todos con respeto profundo;
de �l espera cuitado el fin de su dolor;
sus �rdenes alcanzan al l�mite del mundo
y a los remotos astros su dardo volador.

Al alba sus mejillas dan color purpurino;
su frente presta al d�a despejo y claridad;
siempre lleva en la mano su estandarte el Destino;
aterra a los contrarios su inmensa potestad.

Entre lanzas fulgura como luna entre estrellas;
resplandores de gloria coronan su dosel,
y es rey de todo el mundo, y por besar sus huellas,
se humillan las monta?as y postran ante �l.

?Oh rey, m�s que las pl�yades ben�fico y sublime!
De Espa?a en el Oriente, con brillo y majestad,
�lzate como un astro, y castiga y reprime
del infiel la pujanza y b�rbara maldad.

Lava con sangre el rastro de su invasi�n profana;
harta con sangre ?oh pr�ncipe! de los campos la sed;
ri�galos y fec�ndalos con la sangre cristiana;
venga a Espa?a tu ej�rcito esta sangre a verter.

Las huestes enemigas intr�pido destruye;
caiga mordiendo el polvo el cristiano en la lid;
a tus siervos la dicha y la paz restituye;
impacientes te aguardan como noble adalid.

Fuerza ser� que al punto a defendernos vueles;
Espa?a con tu auxilio valor recobrar�.
Y con lucientes armas y r�pidos corceles,
al combate a sus hijos heroicos mandar�.

Dinos cu�ndo tu ej�rcito libertador env�as;
esto, se?or, tan s�lo anhelamos saber,
del cristiano enemigo para contar los d�as,
y su total derrota y p�rdida prever.



A?o 1238, los cristianos citiaban terriblemente a Valencia, Ibn Mardani�, quien gobernaba la ciudad, encarg� al poeta Ibn al-Abbar que partiera a �frica a pedir socorro a la corte del poderoso Se?or Abd Zakariya, pr�ncipe de los hafsidas.
All�, el embajador recit� en presencia de toda la corte la anterior qasida; hizo tal impresi�n, que Abd Zakariya concedi� inmediatamente el auxilio solicitado, y envi� una flota poderosamente armada a las costas de Espa?a.

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